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lunes, 12 de mayo de 2008

Mujeres aceptan empleos precarios

Lourdes Godínez Leal

México DF, 12 mayo 08 (CIMAC).- Venta de comida, de productos por catálogo, en el comercio ambulante y en pequeños negocios familiares, incluso sin salario, son las opciones de empleo para millones de mexicanas.
La situación económica, agravada en los últimos 13 años para casi la mitad de la población mexicana, genera la inserción de más mujeres en el mercado laboral, originada también por cambios sociodemográficos, como mayor esperanza de vida, menor tasa de fecundidad y más escolaridad.
El Consejo Nacional de Población (Conapo) reporta que de 2000 a 2006, aumentó el número de mujeres adultas que se incorporaron al ámbito laboral. La organización civil Centro de Reflexión y Acción Laboral (Cereal) señala que en el sexenio foxista el 50 por ciento de los empleos creados fueron de mala calidad, sin seguridad social ni prestaciones y con bajos salarios, en donde las mujeres se ubicaron mayoritariamente.
En ello coincide Enrique de la Garza Toledo, profesor-investigador del posgrado de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, quien en un ensayo indica que de los nuevos empleos creados durante la administración pasada 54 por ciento fueron asalariados y 43 por ciento por cuenta propia.
Entre 2000 y 2004, señala, 62 por ciento de estos empleos no tuvieron prestaciones, 49 por ciento fueron sin contrato escrito y el 72 por ciento estaban ubicados en microunidades.
El Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) reporta que en el mismo periodo creció el número de mujeres que trabajaban por su cuenta: de 2 millones 882 mil 185 a 3 millones 562 mil 382.
La mayoría de las mujeres aceptan trabajos carentes de prestaciones sociales y sin posibilidad alguna de tener una pensión al concluir su ciclo de vida productiva debido a la precarización, a la necesidad de completar el ingreso familiar y, en muchos casos, porque éste constituye el único ingreso.
TIPO DE EMPLEO
Existen 16 millones 20 mil 833 mujeres trabajadoras en el país, dice INEGI. 63.4 por ciento son asalariadas, lo que significa que alrededor de seis millones están al margen de prestaciones sociales: seguro médico, vacaciones, fondo de vivienda y pensión al cumplir los 60 ó 65 años de edad.
Se dedican en su mayoría a las ventas: comida, por catálogo, comercio ambulante y la gran mayoría laboran en pequeños negocios familiares, muchas veces sin percibir salario dados los lazos de parentesco.
La Asociación Mexicana de Ventas Directas reportó en 2003 un total de un millón 200 mil personas dedicadas a las ventas directas, de las cuales el 80 por ciento eran mujeres, en su mayoría amas de casa, quienes no son consideradas trabajadoras y sólo perciben el pago de comisiones sin ninguna prestación social.23 por ciento de las mujeres que laboran obtiene ingresos mediante actividades por cuenta propia, según INEGI, 12 por ciento hace trabajo de apoyo a la familia sin recibir remuneración. Para el último trimestre de 2006, cinco millones 391 mil 581 mujeres se ubicaban en trabajos informales, en tanto que nueve millones 275 mil 358 tenían un trabajo formal y recibía un salario.
A 2006, por un mismo trabajo y por igual número de horas las mujeres ganaban entre un 35 y 40 por ciento menos que los hombres, según el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
En 2005, 7 de cada 10 nuevos empleos fueron ocupados por mujeres, según INEGI, 43.2 por ciento, en su mayoría jóvenes, en el sector servicios; 26.6 por ciento en comercio y 18.2 en industria.
En el último año, 839 mil mujeres ingresaron como asalariadas y 424 mil hombres. Las microempresarias aumentaron en 63 mil, frente a 58 mil hombres. Las que laboran por su cuenta crecieron en 176 mil, mientras que la cifra en hombres descendió en 77 mil, dice INEGI.
SEGURIDAD SOCIAL
Que las mujeres estén empleadas no garantiza que tengan acceso al sistema de pensiones, dice Mercedes Cabañas Cortés, especialista en temas laborales.
Señaló, durante el 4º Encuentro de Mujeres Trabajadoras de la Ciudad de México, que el grueso de la fuerza laboral femenina que se ocupa en trabajos a domicilio, temporales, discontinuos y con bajos salarios, tiene pocas posibilidades de afiliarse al sistema de pensiones y las que lo hacen obtienen pensiones inferiores a las masculinas debido, entre otras causas, a la discriminación salarial.
Además, porque los perfiles ocupacionales de hombres y mujeres impactan de diferente manera en el sistema de pensiones, porque los empleos donde están las mujeres son los que ofrecen menos oportunidades de acceder y permanecer en éste", opina.
Precisa que las transformaciones en los sistemas de producción y en la organización del trabajo han modificado las relaciones laborales y ejercido efectos en el sistema de pensiones tanto en mujeres como en hombres. Por ejemplo, "la difusión de la contratación a plazo fijo (temporales, ocasionales, suplencias) que determina el carácter esporádico e inestable de los ingresos", dice.
Las formas contractuales atípicas (empleo a domicilio, subcontratación y el teletrabajo) la mayoría de las veces se acompaña de condiciones de trabajo deficientes y diluyen las obligaciones patronales, agrega.
En su opinión, estas formas nuevas de contratación han "ampliado" la gama de oportunidades de trabajo que tenían las mujeres en muchos casos, pero también han vuelto más precarias sus condiciones laborales y repercuten en su posición en el sistema previsional.
Si se analizan las diferencias entre el ingreso laboral de mujeres y hombres según grupos de edad, se puede ver que las brechas más amplias se presenta en los rangos de edad de 45 a 55 años y más, puntualiza.
"Las remuneraciones percibidas durante estos años son determinantes en el cálculo de pensiones, ya que si bien el número de años considerado para el promedio corresponde a los últimos de vida laboral, quiere decir que las trabajadoras son discriminadas durante toda su vida activa, pero al final de ésta con severas repercusiones en su situación previsional", apunta.
Es necesario y urgente que los sistemas de pensiones y jubilaciones se analicen con perspectiva de género y se reconozcan las desventajas que enfrentan para acceder a estos sistemas en el momento de la jubilación, concluye.

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